Aquel sábado perfecto, en el Gambarte

El paso de los años a veces nos hace olvidar de dónde venimos y los sueños que cumplimos.

Llegué con mi viejo más de dos horas antes del partido, como hacíamos siempre en el Gambarte. Él se fue a la secretaría para hablar con el jefe del operativo, era de alto riesgo, pero antes me dio 2 pesos que en el año 2000 alcanzaban para un pancho y una coca.

Nunca me daba 2 pesos, era un día especial, de tensiones. Le pedí el pancho y la coca al Jorge Rodríguez y me senté en el codo a esperar a la gente. El control, un pelado buena onda, me conocía y ni me pedía la entrada que me quedó en el bolsillo.

Como en todos los partidos importantes, la gente llegó temprano. Los vitalicios, conocidos de décadas de mi viejo pasaban y me saludaban: “Hola, Cabezón chico”. Empezaron a llegar algunos compañeros de básquet, los pibes de hockey. En el codo del Gambarte eramos los mismos de siempre y algunas caras no habituales.

Al momento de salir los equipos el Gambarte estaba hermoso, papeles por todos lados y el “Tomba, mi buen amigo, esta campaña volveremos a estar contigo” siempre fue una de las canciones que más me gustaron.

Ellos, de verde y negro, siempre fueron una condena por esos años. Tanto en Pueblo Viejo como en el Malvinas y a veces, como ese día en el Gambarte. Artés, Berza, Misetich, Laciar, Patrassi, siempre nos complicaron la vida.

Era sábado, estoy casi seguro y hacía como tres años que no les ganábamos, por eso también era especial. Se pedían hasta los laterales como si fueran penales.

La metió Brusco y Bermegui, el gol de Dobrik siempre se grita más porque el Polaco era especial. El Cabezón Cabrera metió el suyo y Franco, un volante rubio de pelo larguito la colgó del ángulo. Por supuesto, Laciar nos metió uno, como para no perder la costumbre. ¡6 a 1!

En el sexto, me abracé con mi viejo, que había dejado los quilombos de dirigente para gritar a mi lado. Pasaron unos minutos y la gente se paró: “Como me gustaría estar en Primera, para ganarle a Boca en la Bombonera, para gritarle a River en el Gallinero, para gritarle a todos soy bodeguero”.

A veces, el tiempo, nos hace olvidar de los sueños que cumplimos, de esas consignas que cantábamos como sueños que parecían inalcanzables y que no solo cumplimos, si no que las superamos.

Seguimos queriendo crecer y soñando utopías nuevas, pero nunca nos olvidemos de dónde somos, ni dejemos de recordar las victorias, grandes y chicas, que en 95 años nos hicieron quienes somos.

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